La Creatura

"Tengo tanto amor y tanto odio en mi corazón, que si no puedo satisfacer al uno, daré rienda suelta al otro”

  Esta frase la hubiese querido acuñar hasta el mismísimo Sigmund Freud, aunque en realidad, pertenece a Mary W. Shelley, autora de Frankenstein o el Moderno Prometeo. Sin pretender entrar en un análisis literario de la obra, lo cierto es que Shelley nos ofrece en ella un autentico tratado de psicología, el cual nos haría entender el comportamiento de tantas y tantas “creaturas”.

  Aunque a Mary Shelly ya le venía de familia, su capacidad de imaginar y componer se forjó durante su infancia, tal y como ella misma nos cuenta en la introducción de su obra para la edición de Standard Novels.

"De niña viví principalmente en el campo, y pasé bastante tiempo en Escocia. Visité con frecuencia los lugares más pintorescos; pero tenía mi residencia habitual junto a las orillas vacías y lúgubres del Tay, cerca de Dundee. Ahora las califico de vacías y lúgubres; entonces no eran así. Eran el nido de la libertad, la región placentera donde, inadvertida, podía conversar con las criaturas de mi fantasía. En aquel entonces escribía..., pero en un estilo de lo más vulgar. Fue bajo los árboles de los parques pertenecientes a nuestra casa, o en las peladas faldas de las cercanas montañas, donde nacieron y se criaron mis autenticas composiciones, los vuelos etéreos de mi imaginación."

   Volviendo a la frase del principio, ésto es, más o menos, lo que le vino a decir el engendro a su creador, el Dr. Frankenstein, al pedirle una compañera. La “creatura”, que como todo el mundo sabe es el término culto del vulgar “criatura”, le reprocha al Dr. Frankenstein el haber creado un ser tan horrendo. Por ello, le pide (más bien le chantajea) a su creador “una mujer con la que poder compartir los afectos necesarios para su existencia”, bajo la siguiente justificación:

“Soy malvado porque soy desgraciado”


   El Dr. Frankenstein, accede a crear una compañera para la “creatura”. Con tal fin, se instala en una de las islas Orkney en Escocia, no sin antes haber recorrido parte de Gran Bretaña, pasando por Oxford, Londres, Derby, Perth o las Highlands. Sin embargo, una vez instalado y presto para ejecutar su nueva creación, al sentirse vigilado, ve al engendro tras la ventana. La maldad y la traición estaban escritas en el rostro de la “creatura”, por lo que decidió romper su pacto con aquel "demonio".

   La historia de Shelley continúa magistralmente hasta el final, aunque el resto no es relevante del todo para aquello de lo que os quiero advertir. No obstante, os recomiendo encarecidamente la lectura de esta novela, obra de arte de la literatura en lengua inglesa.

Sras. y Sres:

Quedan advertidos. Hay muchas “creaturas”, engendros sin un amor correspondido, sin un “cluz” que satisfaga los afectos necesarios para su existencia. Son por ello desgraciados, y como consecuencia, son malvados. Culpan a aquel a quien hacen el único motivo de su existencia, aquel que fuese y siempre será el primero.

  No son todos, pero sí muchos. Estos días aprovechan y salen de su letargo. Contarán historias e intentaran embaucaros con la palabra. No os dejéis chantajear, ni mucho menos os sintáis ofendidos. Ya otros (personajes borbollescos, hernandezcos, olmedescos...) lo han intentado antes sin éxito.

Nosotros a lo nuestro.

2 Comentarios:

Rafael Sarmiento dijo...

Si no tenemos suficiente con lo nuestro, sólo nos falta aguantar a los engendros.

Vaya forma original de expresar la advertencia. Me ha parecido sensacional.

Un saludo

Manu de los Santos (@ManuSantos_8) dijo...

jojojo enorme.

Yo escribía hoy algo sobre la no "creaturización" del Sánchez-Pizjuán, pero pocos entendieron lo que aquello quería decir.

En fin...

Ahora más que nunca.

Un abrazo.